sábado, 25 de junio de 2011

CONCEPTO DE SILENCIO

Era casi un silencio, casi, porque el ruido de la pava sobre la hornalla lo quebraba. Antes de que el agua comenzase a hervir, podía oírse el gas, manando de los pequeños orificios del anafe. Antes de que eso ocurriese podía escucharse el viento entre las hojas de los árboles, silbando inclemente sobre los jacarandaes. Y antes que eso, las ramas de los mismos meciéndose de un lado a otro… entonces… ¿Dónde estaba el silencio que yo sentí interrumpirse al hervir el agua? Pues estaba sencillamente en mi mente. Que el silencio no es ausencia de sonidos, si no una sumatoria de pequeños silencios ganados en internas batallas, contra nuestras propias ansiedades.

martes, 14 de junio de 2011

LOS ASESINOS SILENCIOSOS

Entre las aguas espesas, llenas de fango, pesados… ellos esperan.
Con los pies mojados, las rodillas flexionadas, los músculos tensionados… ellos acechan.
Los ojos vacíos de emociones, las piernas preparadas, los puños apretados… ellos observan.
En la densidad de la noche, el sonido de su respiración se mezcla con el viento, el olor de sus cuerpos se mezcla con la tierra… y ellos se preparan.
Son el asesino perfecto, que nunca duda ni pierde a su presa, son el espejo de la noche, invisibles. Antes de que la agitación se calme, ellos han hecho su trabajo. Muchos se preguntan qué son y de dónde han salido, mientras ellos desaparecen en silencio.

viernes, 10 de junio de 2011

El mundo en personajes - Entrada nº3 "El oceanógrafo aficionado"

Mi entendimiento acerca de las profundidades del mar es más bien limitado, pero en los días en que trabajaba como escafandrista en el canal de Venghurd, llegué a ver la desesperación con la que los cangrejos raspan sus pinzas contra las redes para poder escapar del destino de plato principal de un restaurant elegante. Eso me enseñó una importante lección: "Nunca acerques tu nariz a un cangrejo que huye por su vida".
También aprendí a mover de lugar objetos pesados debajo del agua, usando una soga y un palo. Pero lo más sorprendente que descubrí allí, en las cocinas de los restaurantes, fueron los asombrosos duelos de estrellas de mar, con los cuales se decidía quien lavaba los platos despues del guiso de lentejas.