viernes, 24 de septiembre de 2010

El Rey de los Nosos y el Rugidor

Poster, Rey de los Nosos, mecía sus dedos sobre la guitarra. Con ligereza y precisión, afinaba los diecisiete tonos de la escala Nóstica.
Sus ojos entrecerrados miraban hacia delante como buscando algo más que la nota adecuada. No necesitaba ver donde se posaban sus dedos, simplemente llegaba siempre a tiempo a la nota que quería. Todos los nosos lo respetaban por su habilidad y sabiduría.
Junto a él, se encontraba un rugidor, los rugidores suelen ser más altos que los nosos, pero este era un rugidor particularmente grande. Los rugidores se caracterizaban por tener una voz profunda y ronca (de ahí su nombre) sonaban como verdaderas bestias cuando hablaban; pero este era especial, este rugidor podía cantar.
La mayoría de los rugidores no podía cantar, de hecho había muchos que por el carácter y la altura de su voz, encontraban el hablar sumamente incómodo y lo evitaban en la medida de lo posible. Pero este rugidor era diferente, su nombre era Mómoc y no solo podía, si no que disfrutaba de entonar numerosos tipos de melodías. A pesar de que su voz era muy grave y rasposa (o quizás precisamente por eso) lograba un equilibrio entre fuerza y sutileza que conseguía conmover a la audiencia siempre.

Mómoc era el orgullo de los rugidores y en sus conciertos con el Rey de los nosos daban a ambas razas un ejemplo de igualdad y tolerancia. Aunque había veces, cuando estaban ebrios y se faltaban el respeto, en que terminaban golpeándose con los puños, y esto enardecía las disputas entre la audiencia. Pero luego se calmaban y la paz volvía a reinar entre ellos. Tanto los nosos como los rugidores comparten una gran pasión por el buen vino, que a menudo desembocaban en altercados y Poster y Mómoc no eran la excepción a esta norma.
De cualquier manera, nada de eso conseguía apartar lo mucho que disfrutaban haciendo música. El público, de la índole que fuera, lo comprendía y también lo compartía. Pero no importaba cuantas veces hubieran tocado juntos, ni cuantas veces el público se hubiese enamorado de ellos, esa noche tendrían razones para estar nerviosos porque se presentarían ante el hombre más poderoso de Noruega: el heladero Chip.
Habían preparado un concierto especial que incluía “La canción del heladero”. Sabían que todos estarían pendientes de ello y también sabían que el heladero Chip no se conformaría con una simple presentación. Tendrían que estar magistrales para que la aprobación de Chip fuese tal, que tuviese que regalarle helados a todos los asistentes al concierto. Solo así conseguirían romper las barreras de sus propios logros y conseguirse un lugar en “El círculo vitamínico e los recordados”. Con sus nombres reemplazarían denominativos como el de la vitamina “E” o la “G”, y eso era groso.

Las manos de Poster temblaban un poco
- Los nervios son buenos, a veces.- Dijo, y descorchó una botella de vino azul.
- ¡El vino es bueno! – Respondió casi de inmediato Mómoc el Rugidor.
- Solo faltan diez minutos para salir a escena ¿No estás nervioso? –
El rugidor eructó, pero se lograba ver, a través de su decisión, que un poco sentía esa sensación de ansiedad propia del momento que precede al espectáculo.
- Cuando esto haya terminado… - dijo el soberano de los nosos - …Me compraré un sombrero nuevo, con estampas de colores y ala no tan ancha. Y si es posible, que tenga una pluma.-
- Yo pediré que se me traiga una doble ración de guiso de lentejas.- Agregó el rugidor, el Rey de los Nosos asintió en silencio.
-Con puré.- Agregó después Mómoc. El rey Poster cambió su expresión por una mueca de repugnancia.
El presentador se acercó y les comunicó que eran los próximos.
Poster y Mómoc se miraron, uno sonrió primero, el otro sonrió después. Se pusieron sus sacos de piel de murciélago y caminaron hacia el escenario. El público comenzó a preparar una ovación.

martes, 21 de septiembre de 2010

Los Cíclopes.

Los Cíclopes.

Cinco cíclopes peleaban por una ceja, es que se venía el verano y todos querían evitar que el sol les estropease su único ojo. Como habían perdido su ceja en el incidente de las tostadas y la cucharita de plástico, habían pedido una ceja de repuesto para cada uno, pero al revisar la caja encontraron que solo les habían enviado una.
Ahora pelean por la única ceja del paquete. Uno de ellos, el que tiene un garrote de roble, se pone de pie y pronuncia la oración sagrada del bambú: “Ghar, khar, Raghagáraga Kur dur ramelgor dar ghack Kha dargoh.” Y acto seguido golpea el suelo con su garrote. Dos de ellos se asustan y abdican a su derecho a ceja. Otro hace una breve pero concisa disertación en la que explica el por qué de la negativa a hacerle caso. El restante solo responde negativamente y se saca un moco.
El intelectual pone sus manos en forma de arco y se tambalea en busca del sublime punto de la aceptación espiritual, su aura se hace una con el latir de los corazones de los otros cíclopes. Los dos que habían abdicado celebran “No solo es inteligente, si no que también es plásticamente sabio, merece la ceja”. El más grande de ellos, quien recitase la sagrada oración a punta de garrote, se indigna y se muerde los vellos de su axila.
El restante, que se había sacado un moco, toma la ceja y la guarda entre sus glúteos. Los demás se quedan atónitos con la boca abierta. Luego lo increpan y entre los cuatro le llenan los pies de manteca y se retiran. Pasa ocho días resbalando en el mismo lugar sin poder ponerse de pie.
Los otros cuatro se ponen lentes de sol y juegan al dominó hasta el invierno.