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viernes, 10 de junio de 2011

El mundo en personajes - Entrada nº3 "El oceanógrafo aficionado"

Mi entendimiento acerca de las profundidades del mar es más bien limitado, pero en los días en que trabajaba como escafandrista en el canal de Venghurd, llegué a ver la desesperación con la que los cangrejos raspan sus pinzas contra las redes para poder escapar del destino de plato principal de un restaurant elegante. Eso me enseñó una importante lección: "Nunca acerques tu nariz a un cangrejo que huye por su vida".
También aprendí a mover de lugar objetos pesados debajo del agua, usando una soga y un palo. Pero lo más sorprendente que descubrí allí, en las cocinas de los restaurantes, fueron los asombrosos duelos de estrellas de mar, con los cuales se decidía quien lavaba los platos despues del guiso de lentejas.

jueves, 4 de noviembre de 2010

El mundo en Personajes - Entrada nº2 - El hombre de la taza medio vacía.

Son las cinco menos veinte de la madrugada. Es una
ciudad apoyada sobre la vera del río, un gran río. Hace
mucho calor, la obscuridad trae un silencio ambiguo y la
humedad hace que la ropa se pegue al cuerpo.
En el parque, una nube de mosquitos se arremolina
sobre un farol de baja densidad, su color ambarino da un
tono viváz a los adoquines y los mezcla con el de las
plantas. El sonido de los grillos completa el cuadro.
Del otro lado de la ventana un hombre lo contempla.
Acaba de ser picado por un alacrán. Se pregunta si el
aguijón será venenoso, eso hace que le duela menos y se
preocupe más. Sostiene una taza de café medio vacía, a
este hombre le cuesta ver lo que tiene si está junto a
lo que le falta. Baja la vista hacia el cadáver del
alacrán, suspira. Deja la taza sobre su escritorio y
se pasa un trozo de algodón empapado con alcohol sobre
la picadura. Se pregunta si servirá para algo, es la
primera vez que le ocurre y no sabe hasta que punto
preocuparse.
Es cartero. Debería preocuparse por llegar a tiempo
al correo y por resolver rápidamente una ruta que lo
lleve a completar su trayecto evitando las calles con
adoquines, porque estas le arruinan la bicicleta. Sabe
que ya no tiene tiempo para volver a dormir y se maldice
por haberse levantado para ir al baño. Le gustaría poder
volver el tiempo atrás y no hacerlo. Se da cuenta que su
día transcurrirá con una hora y media menos de sueño, de
la que tiene habitualmente. Sabe que a la tarde estará
cansado y de mal humor, ya empieza a padecerlo.
Otra vez mira por la ventana, imagina un mundo sin
alacranes, donde la vejiga hinchada no le quita el
sueño a nadie, donde las picaduras en los tobillos no
duelen, donde los tobillos no se inflaman por las
picaduras. Hasta ahora no se había percatado de que su
tobillo se había hinchado. Mira el telefono, pero
desiste de la idea de llamar a emergencias médicas. Mira
el reloj, son las cinco menos dos minutos. Vuelve a
reprocharse internamente el haberse levantado hace casi
media hora.
Este hombre sueña con una felicidad basada en la
falta de calamidades. Pero no la busca, porque si no
tuviese esas pequeñas tragedias para preocuparse, no
sería capáz de sentir nada. Aún no se ha dado cuenta de
que el disfruta del sufrimiento, si lo hiciese quizas no
lo reconocería. Vive a través de las desgracias, que lo
consuelan más que la alegría, cuando llega.

domingo, 31 de octubre de 2010

El mundo en Personajes - Entrada nº1: Adalbosta Bonicciengui

Adalbosta Bonicciengui es un empleado público de unos veintiséis años que trabaja en el ANSES. Cuando le pica el culo (y esto le ocurre habitualmente) trata de rascárselo disimuladamente sin tocarlo con las manos. Lo que hace es moverse sobre su silla de un lado al otro, tratando de que se le separen los cachetines. A veces esto no funciona, entonces Adalbosta interrumpe a su interlocutor levantando el dedo índice y exclamando: “Discúlpeme un segundito ¿Eh?”. Y se retira al baño a lavarse bien.
El señor Bonicciengui presta un poco de atención a las personas que atiende, entonces, para que parezca que presta mucha, hace un gesto moviendo la cabeza suavemente de arriba hacia abajo. A veces también aprieta sus labios como para añadir mayor compenetración a su expresión. Otras veces se tira pedos y se sonríe abriendo mucho los ojos.
Cuando alguien le hace una pregunta que el no puede responder inmediatamente, gana tiempo rascándose la cabeza y diciendo, luego de un chasquido de su lengua: “Seee… esteee… vos sabes que este… es un temita complicado, pero no te preocupes, ya lo vamos a resolver.”
Siempre que Adalbosta va al baño se trae un poco de papel higiénico en el bolsillo, un poco por si se da un percance de improviso y otro tanto para terminarse el rollo y que el próximo que vaya, tenga que limpiarse con la mano.
Tiene la costumbre de abrir su cajón del escritorio y revisarlo, pero nunca busca nada, simplemente declara que le han robado la abrochadora.