Alesia subió al compartimento. La escotilla sonó pesada contra el borde de metal.
Subió, recorrió con la mirada todo el suelo de la habitación, adentro solo estaba Juan Carlos, comiendo papa hervida.
-Esta comida es una mierda.- dijo Juan Carlos fastidioso.
-Callate y seguí trabajando, no te pagamos para comer.- Alesia le arrojó un saco de tela, que contenía muchas tabletas.
-Andate a la concha de tu madre, Alesia.- Juan Carlos estaba de muy mal humor.
-Terminá de armar el fragmento, que mañana lo tenemos que probar con las ovejas.-
El fragmento era un importante módulo que jugaba un rol esencial en el experimento que estaban llevando a cabo.
-¿Para mañana? ¡Es una locura! Si prueban esto en una oveja la van a volatilizar.-
-Por eso te tenemos a vos, arreglá el fragmento. Que esté listo para activarse mañana. Si no sos útil te vamos a empezar a tratar con menos cuidado ¿Entendés Juan Carlos?- Juan Carlos no se había terminado sus papas hervidas. Alesia le dedicó una mirada amenazadora y al salir cerró la escotilla con un fuerte golpe.
Al otro día.
Una oveja salta felíz por el campo, tiene un cinturón atado con un aparato electrónico y en la cabeza, un casquito con un paraguas. Da un par de saltos, dice “mmeee…” y explota. No queda ni un rulo de lana.
Del Mico, el encargado de la operación, se agarra la cabeza y grita. Juan Carlos llora en silencio, cabizbajo, Alesia se apresura a traer otra oveja. La preparan y la operación se repite, esta vez la oveja no explota, tiembla cada vez más rápido y se desdibujan los bordes de su cuerpo hasta que convierte en un político. Todos saltan de júbilo y tiran serpentinas, todos menos Alesia.
Ella llama por teléfono y dice.
-Hola ¿Con el partido? Ya tenemos al candidato.
17-04-2009
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