Cuida cada palabra, como si fuese de oro.
No malgastes tu discurso solo por querer cortar las alas del silencio.
Cuídate de decir aquello que no sientes, pues nadie te lo ha pedido y a nadie importa si mientes, tanto como a ti te importará el día en que estés atado con palabras espinosas, que se fijan a tu cuerpo y a tu mente.
Cuida cada palabra como si fuera un tesoro, porque parece que nunca se acabarán. Pero algún día ocurrirá y nunca sabrás entonces, que has pronunciado tu última palabra.
Y no querrás que haya sido algo, que no has sentido firmemente o no vale la pena guardar.
Todos los días muere el poeta, por eso aprende a hablar y a callar.